Soy
docente de muchos años, he desarrollado mi labor en varias
comunidades autónomas y puedo certificar que Extremadura
es la que peor trata a sus docentes. Llega a mis oídos
el rumor de que la Consejería de Educación va
a incrementar la nómina de sus enseñantes en 35
euros al mes; esto es un insulto y un impresionante desprecio
a una labor tan fundamental e insustituible como la de docente,
que para los ‘dioses’ de la Administración vale solamente
un puñado de euros. Que se queden con los 35 euros y
que los utilicen para pagar la limpieza de las carcasas de los
ordenadores pintarrajeadas y ‘tuneadas’ por los alumnos o para
reponer los teclados maltrechos que ya no funcionan. Jamás
podrá Extremadura atajar su fracaso escolar si para ello
pretende maltratar a sus docentes. Extremadura los tiene muy
buenos, pero necesita recursos: personales, materiales, curriculares…
y para ellos se necesita dinero. ¿Cuántos centros
hay que no tienen ni un miserable retroproyector porque no pueden
permitirse el lujo de comprarlo? ¿Cuántos funcionan
con plantillas escasas? ¿Cuántos no disponen de
una biblioteca digna? ¿Cuántos están invadidos
por la humedad y casi en ruinas? ¿Cuántos carecen
de los recursos necesarios para llevar a cabo la labor educativa:
laboratorio mal dotados (en primaria ni los tienen), poco material
para desarrollar el currículo de las diferentes materias…?
El docente, además, se encuentra solo dado que la Administración
tiene como único objetivo mantener contentos a los padres.
Si los padres protestan consiguen lo que quieren, pero si los
docentes protestan no se les hace ni caso. Esta reflexión
no pretende ser una crítica a los padres sino una llamada
a la Administración: ¿Eh, consejera, que los docentes
también existimos! Estamos solos para luchar contra la
indisciplina dado que las herramientas que nos ofrecen para
atajarla son insuficientes; solos cuando vemos que nuestra labor
es la peor pagada del Estado; solos cuando asistimos a cambios
en el sistema para los que no se nos ha pide opinión
pese a que somos los actores principales de este teatro; solos
estamos y solos seguiremos. Mis oídos no se acostumbrarán
nunca al murmullo permanente en las aulas ni a las palabras
que inundan los pasillos de los centros y sus zonas de recreo
cuando no las propias aulas, palabras como: ¿cabrón!,
¿hijo de p…!, por citar sólo algunas. Vocabulario
agresivo y actitudes agresivas de muchos alumnos, muestra inquietante
de una realidad que crece. ¿No se estarán buscando
soluciones al fracaso escolar en lugar equivocado? Probemos
a que el respeto vuelva a las aulas, probemos a dar a los niños
que no quieren estudiar otra vía desde 1º de ESO,
probemos a devolver al docente la necesaria autoridad, probemos
a intentar que la mala conducta no salga gratis a los alumnos…
Sigan ustedes, señores importantes, buscando soluciones
sin contar con los docentes, que son los que verdaderamente
saben del tema. Y, por favor, si no quieren pagarnos dignamente
no lo hagan, pero no nos insulten subiéndonos el sueldo
35 euros de miseria. Y si buscan culpables del fracaso escolar,
mañana, cuando se levanten ustedes, mírense al
espejo.