De
Sísifo y su leyenda sabemos lo que nos cuenta la mitología,
que tampoco es mucho. Nadie nos dice si, en su eterna labor
de subir la roca, nuestro héroe se lamenta o disfruta
con lo que se trae entre manos. Lleva cumpliendo su labor ni
se sabe cuánto tiempo, y parece ser que ni intuye la
que le espera. Paciente y constante, sube que te sube. En ese
esfuerzo prolongado en el tiempo, de escaso rédito, se
oculta, a mi entender, una excelencia: su entereza humana para
hacer frente a Zeus.
Los últimos acontecimientos que los docentes estamos
viviendo tienen mucho que ver con la alegoría y mi consabida
apreciación.
Los
Glacis, Jaraíz de la Vera, y especialmente, Almendralejo,
por su repercusión, son ya referentes ineludibles del
enorme desamparo con el que ejercemos esta añeja y edificante
profesión. La huelga del 7 de noviembre, más numerosa
y menos difundida en los medios que la de Barcelona, ha dejado
con las vergüenzas al aire a un amplio sector de los sindicatos
de enseñanza que, casi a la misma hora, firmaban un pacto
para la convivencia escolar con nuestra consejera de Educación.
Ver para creer. Cualquier persona medianamente sensata es capaz
de adivinar la grotesca contradicción que aquel día
daban los periódicos: la calle y el salón o, hablando
en plata, la realidad y el papel, que viene a ser lo mismo.
Puntos de vista distintos para un mismo problema: la indisciplina.
Queda claro que la sentencia condenatoria a un profesor es anecdótica:
en el fondo queda el síntoma, que no es otro que la pérdida
paulatina de ilusión y autoridad. Y sanseacabó.
Mi pregunta es cuál de las acciones merecía más
atención. ¿Era tan urgente firmar el acuerdo?¿Qué
hubiera ocurrido si todas las fuerzas sindicales hubieran acordado
apoyar los paros y la manifestación? La firma, para cualquier
otro día. Pero previa reflexión y análisis
del documento, que no ha habido.
En estos asuntos tan graves no puede haber medias tintas. ¿Cuándo
puñetas vamos todos a luchar juntos por el bien común?
El maestro, el profesor está solo. Hoy más que
nunca. ¿Es que no nos damos cuenta? O habrá que
darle la razón a Bertrand Russell cuando afirma que nuestra
felicidad está permanentemente amenazada por la envidia,
“ esa pasión universal y profunda, base de la democracia.”
Sísifo no va a desfallecer ahora. Nosotros tampoco. Su
quehacer diario es el nuestro. Su dignidad, también.