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«La
degradación del sistema educativo»

14/09/2008 Alfredo Aranda Platero
Vicepresidente del Sindicato PIDE

MÁS
vale ver una sola vez que oír cien veces’, reza un viejo
proverbio chino. Ya hemos oído muchas veces decir a los
responsables de la Educación extremeña que están
al lado del docente, que nos tienen en alta estima, que somos
buenos profesionales. Halagos pródigos, es cierto, pero
está por llegar aún el momento del reconocimiento
económico, social y profesional de que deberían
gozar los docentes, como verdaderos sostenedores que son de la
cultura e idiosincrasia de la sociedad.

Los
ideólogos -vamos a llamarlos así- de nuestra Consejería
preconizan, altavoz en ristre, el tratamiento individualizado
del alumnado, la calidad y equidad en la Educación, la
autonomía en la organización y gestión de
los centros educativos…. Conceptos todos ellos no poco ponderados
en sí mismos (tecnicismos de tufillo democrático
y demagógico), y que, incluso, logran la aprobación
general de multitud de miembros pertenecientes en uno u otro sentido
a la comunidad educativa. Aunque, en rigor, y según constatamos,
todo suele quedarse en simples declaraciones de intención.
Quiero decir, por ejemplo, que, por una parte, se habla de ‘tratamiento
individualizado’, cuando lo cierto es que persiste una tendencia
flagrante a aumentar las ratios de alumnos por aula y reducir
plantillas en el profesorado de los centros. Se habla además
de calidad y equidad en educativas, pero, en puridad, la inversión
es cada vez menor en lo público y mayor en lo privado,
haciendo que muchos centros públicos reduzcan plantilla,
mientras los privados aumentan sus conciertos educativos con la
Administración.

Nuestra
Consejería parece ignorar tozudamente que mientras un profesor
de E.S.O. tenga que impartir clases bajo la permanente indisciplina
de una importante parte del alumnado (clases ruidosas dominadas
por alumnos disidentes, contestatarios, gamberros, irreverentes,
que en ningún momento reconocen mínimamente la autoridad
del docente y a los que el sistema educativo obliga a permanecer
seis horas diarias en el aula); mientras que algunos niños
tengan por norma faltar al respeto al docente; mientras que en
los pasillos de los centros, y dentro de muchas aulas, los insultos
y las palabras mal sonantes sean el signo de la normalidad; mientras
que todos los alumnos no muestren a un profesor o maestro el respeto
necesario _y moralmente obligatorio, diríamos_; mientras
que cualquier falta grave de convivencia (fechorías, en
sentido estricto) le salga gratis al alumno que las comete; y,
en fin, mientras que todo este ambiente disonante, turbio, malsano,
esté presente en los centros de secundaria, olvídese
usted, señora consejera, de alcanzar el éxito escolar
que persigue con más voluntad que atino.

Es
cierto que la ‘culpa’ es una sentencia compartida entre familias,
responsables de Educación y docentes. Pero los profesores
y maestros de nuestros centros educativos no pueden sobreponerse
a la dejadez de funciones de algunas familias (cada vez más)
y de los responsables educativos.

No
es posible que un grupo de chavales amedrente a los vecinos de
una barriada residencial tirándoles piedras y que no se
les pueda castigar de modo ninguno; ni que muchas familias sufran
la dictadura de sus hijos adolescentes y que tal hecho quede impune;
ni que un profesor se encuentre impotente ante un par de alumnos
que sistemáticamente le boicotean la clase y que el sistema
no prevea una medida expeditiva de solución a tales graves
faltas (ni que los ‘derechos’ de esos dos alumnos ‘maltratadores’
del sistema educativo se encuentren por encima del resto -ciertamente,
así queda demostrado por la práctica diaria en el
aula-); no es posible que cada vez haya más adolescentes
que se conviertan en personas caprichosas, déspotas, opresoras
y el castigo, la solución, la medida no lleguen nunca;
no es posible que muchos chicos se sientan alejados de las responsabilidades,
intocables, por encima de la Ley, y definitivamente no pueda hacerse
nada para cortar este grave problema.

Este
‘no poder hacer nada’ es una decisión de los adultos, que
son los que marcan las normas, los que elaboran las leyes, los
que pueden hacerlas cumplir. No es posible que la sección
adulta de nuestra sociedad (políticos y jueces, principalmente)
permitan la degradación del sistema social y por ende del
educativo.

Si
los políticos y los jueces comprendieran la verdadera dimensión
del problema, no habría chavales que amedrentaran a una
barriada, ni boicotearan una clase, ni hicieran del insulto su
forma habitual de proceder dentro de nuestros centros educativos.
No tengo ninguna duda de que si un niño de 14 años
hace lo que le da la gana en cada momento es porque los adultos
que le rodean se lo permiten. Por tanto ya sabemos quiénes
son los verdaderos culpables.

HOY